Son muchos los estudios cuyos resultados nos aseguran que
la luz natural es el tipo de iluminación más recomendable y beneficiosa para nuestro día a día. No solo nos ofrecen la iluminación adecuada para llevar a cabo nuestras actividades diurnas; además, no gasta electricidad y reajusta nuestros ciclos circadianos. Por ello, es la más recomendable para iluminar un hogar, siempre y cuando la cantidad de luz lo permita.
Ahora bien;
¿Qué ocurre con aquellas habitaciones que no cuentan con luz natural, o que, por diferentes motivos, la luz que accede al interior es insuficiente? En estos casos, la luz artificial se torna imprescindible, ofreciéndonos características muy similares a la luz natural si sabemos cómo usarla.
Las lámparas a instalar, así como la temperatura de la luz que nos ofrecen, tiene mucho que decir al respecto y puede marcar la diferencia entre una iluminación óptima y/o deficiente.
¿Cómo iluminar una habitación sin luz natural?
Si poseemos una estancia que no dispone de entrada de luz natural, necesitaremos hacer uso de la luz artificial durante todo el día, no solo por la noche. Teniendo en cuenta que el uso continuado de la luz artificial puede generar fatiga y problemas de visión, deberemos saber
qué tipo de luz instalar y qué temperaturas son las más adecuadas en función de las actividades que se realizan en esta estancia.
¿Luz directa y/o indirecta?
La luz indirecta es la más adecuada para poder iluminar una habitación durante largas horas. Llamamos luz indirecta a aquella que nos proporciona una iluminación general, cuya luz flota sobre el ambiente y se distribuye de manera homogénea por todo el espacio. No produce deslumbramientos ni fatiga visual, pues no produce focalizaciones.
Deberemos cuidar, también, su intensidad; una intensidad baja durante el día puede simular la intensidad de la luz diurna. Cuando llega la noche, será conveniente subir su intensidad para mejorar la visión general de la estancia.
¿Luz cálida y/o fría?
La elección del tipo de luz dependerá del tipo de actividad que vaya a realizarse en el interior de esta habitación sin luz natural. La luz cálida incita a la relajación, mientras que la luz fría nos permite mejorar nuestras habilidades visuales. Debemos tener en cuenta, también, que la luz fría produce una mayor fatiga con el uso continuado, por lo que no resultaría del todo recomendable en caso de hacer uso de la estancia durante largas horas.
Si lo que queremos es reproducir el ciclo de la luz natural a través de la luz artificial, una buena manera de conseguirlo sería
variar la temperatura de la iluminación, así como la posición de la luz.
De esta manera, empezaremos el día con una luz cálida, que ocupará toda la mañana. Al comienzo del mediodía podremos optar por encender luz neutra, pasando a luz fría por la noche. Es importante matizar que, si queremos conseguir un buen nivel de relajación, los puntos de luz cálidos pueden ayudarnos a ello.
Tipos de lámparas más adecuadas
Encontramos diferentes tipos de lámparas disponibles que nos van a proporcionar iluminación a diferentes alturas. Estas posiciones nos serán de gran ayuda si lo que queremos es reproducir la luz natural a través de la luz artificial.
De esta manera,
instalar apliques de pared que emitan luz cálida nos permitirá conseguir ángulos semejantes a la luz natural en los momentos tempranos del día. Las
lámparas de pie, situadas a mayor altura sin llegar a emerger del techo, pueden representar la puesta de sol durante las tardes. Las
lámparas de techo o plafones pueden ser ideales para la noche.
De esta manera podemos conseguir una iluminación artificial que represente, de la manera más fiel posible, el ciclo de luz natural en aquellas estancias sin iluminación exterior. No obstante, deberemos tener en cuenta las características de cada espacio, así como nuestras necesidades personales, para que la adaptación sea óptima a nuestras exigencias.